jueves, 5 de marzo de 2009

El fin del comienzo (ó comienzo sin comienzo)


El teléfono suena, es raro. Pero hoy es un sentimiento igual de contrario, como aquella vez en que la naturaleza rugió, ese día en que no sonó ningún teléfono por más que intentaras hacerlo. ¿Y si lo lograba?, me pregunté tiempo después. Seguramente escucharía el clamor de miles de voces atacando como un tornado F5, de esos en donde solo muy pocos pueden vivir para contarlos, ese poder de terror que por más que quieras eliminar, la fuerza del momento impediría, cayendo mi celular al suelo, del cual se proyectarían almas vagas de espinas sangrantes de las maldiciones y ruegos de sus cercanos y los míos. Alimentándose la tierra, de quienes le quitan vida, porque nosotros no podemos vivir sin ella, pero ella sí sin nosotros.

Aún recuerdo el día anterior, la exaltación de mi pequeña hermana contándome lo emocionada que estaba con ese aparato que le obsequié luego de ganar aquel sorteo. Ella me explicaba de la funciones: manos libres inalámbrico, bluetooth, etc. Amé aquel bendito móvil, más que esa vez que tanto lo deseé, el que siempre quise, como esa vez que... no importa, solo quería escuchar la voz contenta de mi hermana con el obsequio que tanto quiso. Su anhelo, mi obsequio. Me encantó hacerla feliz, eso me hizo feliz.

Amé ser el mejor hermano del mundo, era una manera de hacer tregua a una batalla de años, de grandes serpientes de veneno preciso, de piel cambiante y astucia medida. Para mí, era el comienzo de algo que hoy sé, nunca podrá empezar. 







Ahí te ves...