martes, 14 de abril de 2009

Tirá la goma



El poeta maldito de las noches, el guardián de los alcoholes caídos, el guía de los desordenes sufribles, el ícono de las calles rodantes y maltrechas, el motor sirviente ajeno. Eso soy. A otros les gusta llamarme simplemente remisero o taximan: Taxista.



Y eso soy, y también mucho más, pero por sobre todo, el hidalgo de las amantes distraídas.




“Voy por ahí con rebasante simpatía
hidalgo de amantes distraídas,
cruzando la esquina te tropiezas mamacita
sonríe, se levanta y ella sigue divertida.
Vente a estos lares cuales flores dinamita
que no, no, no te voy a emborrachar,
se contó que se encontró con ella misma
y blanco y negro se tatuó en su piel las marcas de una vida antigua”.

Poeta maldito de las noches.




“Si la luna la trae a usted,
a este cálido amanecer…”




- ¿Hacia dónde se dirige señorita?
- Hoy no importa donde, solo sé que a mi casa no.
- Disculpe, pero ¿dónde quiere ir?
- Esta noche mi novio rompió conmigo y lo único que quiero es seguir emborrachándome. ¿No le gustaría tomarse una copa conmigo? Vamos, dale, yo invito.
- Disculpe, pero estoy laburando – desde atrás la chica apoya cada mano en cada uno de los asientos, y por el medio de ellos, se impulsa hacia delante.
- Venga, que usted está muy guapo, seguramente no es la primera vez que le ofrecen una cosa así.
- Ni la primera, ni la última, se lo aseguro.
- Pero esta vez, si va a aceptar, ¿no? – lleva sus manos hacia sus pechos y los presiona una contra el otro, mientras miro por el espejo retrovisor, pienso que realmente tiene un par tetas increíbles – Aguarde, quiero pasarme hacia delante, así podremos estar más cerquita.




Baja por la puerta lateral izquierda, mientras avanza, me frota el brazo con sus dulces manos, el brazo izquierdo lo tenía apoyado en la puerta con la ventana totalmente abajo. Mientras continúa su contoneo, sutil y lento, veo el vestido que tiene puesto. Sabía lo que hacía, sabía lo que tenía. Ella estaba en su escenario, las luces de los faros la iluminaban totalmente mientras caminaba lentamente, dejándome ver su belleza y lo que podía perderme si decía que no. Era muy coqueta, yo me empezaba a excitar y a llevar imágenes a mi cabeza sobre todo lo que le haría. Me despertó el escuchar el golpazo de la puerta.




- Bueno, entonces, si no quieres beber nada, llévame a tu casa – seguimos avanzando.
- No creo que eso sea posible señorita…
- Malena – interrumpió – me llamo Malena. ¿Es que acaso que no te gusto? Sabes, la verdad es que odio a mi novio, tú estás muy guapo y quiero hacerle daño y sé que tirando con usted me voy a sentir mucho mejor. ¿Sabe hacerlo, no?
- Esta usted muy guapa señorita…
- Malena
- …Malena, y déjeme decirle que le haría la mejor de todas mis faenas, pero considero que esta un poquito pasada de copas y no es mi costumbre aprovecharme de la situación.
- No sientas que te aprovechás, te estoy pidiendo que lo hagas.
- Disculpe señorita, pero no puedo – inmediatamente llevó su dulce mano hacia mi pierna derecha y la apretujaba y sobaba lentamente. Sobre mi bragueta se iba formando una gran hinchazón – vamos dale, que la vamos a pasar muy bien, te lo aseguro – se acercó lentamente hacia mí, y casi como un susurro me dijo al oído – sé que te puedo dar una muy buena mamada.
- ¿Puedo fumar?
- Puedes hacer lo que quieras.






Sutilmente y casi sin darme cuenta, se alzó ligeramente la falda hasta que pueda ver sus ricos muslos. Abrió lentamente sus piernas hasta el punto en que cada cambio que hacía le rozaba. Era una piel suave y al parecer muy dulce. Sensible y hermosa. Clara y atractiva.





- Seño… Malena, disculpe, pero cada vez que intento hacer el cambio, me topo con su muslo – se hizo la desentendida y fumaba sin mirarme, sus ojos estaban perdidos en la calle.
- No te preocupes, que no me molesta, simplemente avísame cuando llegues a la tercera.
- ¿A la tercera? ¿Al tercer cambio, dirá?
- No, a la tercera pierna – lo dijo sin prestarme atención, seguía ensimismada en la calle.
- Vamos a un hotel.
- Señorita, pero…
- ¡Por la muta madre, Malena! Llévame a un hotel.
- Malena, no puedo.
- ¿Qué, acaso eres cabro?
- No, me gustan mucho las mujeres y me gustas mucho tu, pero está ebria. ¿Que tal si hacemos esto?: La llevo a su casa, descansa y mañana la llamo, paso a buscarla y nos vamos a un hotel. ¿Qué dice?
- Llévame a casa.





Mientras me decía donde quedaba su hogar, yo pensaba en que si realmente estaba haciendo lo correcto. Yo creía que si, y seguramente lo era, pero los hombres somos animales de fácil tentación. No podía dejar de mirarla y seguir excitado, la mina realmente estaba buenísima. Aparentaba tener entre 28 a 30 años, en el esplendor de su juventud, en donde seguramente ya tiene bastante experiencia y estoy seguro que su mamada sería apoteósica. Me quede pensando en ello.




- Acá es. Un segundo, dejé mi cartera atrás – bajó del auto y se sentó atrás, mientras parecía buscar.



Yo trataba de adivinar en que piso viviría y en la forma que tendría su cama y en como le besaría las tetas mientras las sostenía con mis dos manos, ella llevaría las suyas hacia mi miembro erecto, caliente. Con una de ellas me agarraría el tronco y lo agitaría, con la otra, acariciaría suavemente mis testículos. Poco a poco la iría desnudando mientras ella seguía acariciándome. Giraría lentamente para yo encontrarme detrás de ella mientras ella arqueaba el cuerpo y llevaba mis manos hacia su sexo mientras yo le besaba el cuello, la espalda y lo que pudiera. Escucharía el acelerar de su respiración. Mientras metía mis dedos por debajo de su trusa sentiría lo mojada que estaba y ella con sus dos manos regresaría hacia mi miembro, acariciándolo y golpeándolo suavemente contra sus nalgas, duras y firmes y al oído me diría: penétrame, quiero que me penetres…


- Oye, no encuentro mi cartera, puedes ayudarme a buscarla.
- Claro – volteé




Estaba sin las bombachas, con las piernas abiertas y la falda subida más arriba de sus muslos, con la mano derecha acariciaba su sexo, la mano izquierda jugaba entre sus pechos y sus labios. Lentamente se bajo el vestido y pude ver su dos grandes pechos, con el pezón duro. Se tocaba y yo miraba su sexo. Ella abría y cerraba sus labios con destreza y por momentos se llevaba un dedo dentro. Tómame me decía, tómame. Estaba bellísima. Tómame, quiero que me lo hagas. Se echó hacia delante y con sus dos manos llevó mi cabeza entre sus piernas. Olía riquísimo. Mi nariz golpeó contra su sexo y ella emitió un sonido gozoso. Que rico olía su sexo.
Me levanté bruscamente.




- No puedo Malena, no puedo, lo siento, no puedo – volteé, agarré el timón con mis dos manos, con fuerza y agaché la cabeza – si gustas te llamo mañana y nos vamos a un hotel – escuchaba el sonido de cuando las mujeres buscan sus cosas dentro de la cartera.
- Toma, este es mi número. Llámame mañana – recibí su tarjeta. Malena Fabiana Piazos Stigler. Subgerente de mercadeo y producto. Citibank, Buenos Aires, Argentina. Detrás de la tarjeta, el teléfono de su casa.
- Llámame a mi casa – seguía buscando – joder, que no encuentro mi billetera, creo que la he perdido - salía 145 pesos – no tengo dinero, no sé donde está mi cartera.
- Buscá bien, por ahí debe de estar.
- Pero te digo que no la encuentro, no tengo ni un peso.
- ¡De esto se trataba todo el tiempo, no tenías como pagarme y armaste todo este show!
- ¡¿De qué hablas?! Yo tenía mi billetera acá, ahora no está – empezamos a discutir y alzarnos la voz.
- ¡Desde un principio me hubieses dicho que no tenías con que pagar y no te comportabas como una puta!
- ¡Una puta, ¿eso es lo que crees que soy? Te estoy dando la oportunidad de tu vida y me dices que soy una puta!
- ¡Entonces págame pues, págame, o es que querías pagarme con sexo!
- ¡Carajo, boludo de mierda – cada vez gritaba más fuerte – que he perdido mi billetera, pelotudo, no me bajo de tu taxi, no me bajo!
- ¡No te vas bajar hasta que me pagues! - empezó a tirar patadas por todos lados y veías como sus tacones le hacían agujeros a mis asientos – ¡Bájate, maldita, bájate!
- ¡Que no me bajo he dicho, que no me bajo! – la agarré fuertemente de los brazos y la tiré hacia fuera. Cerré la puerta.




Eufórica se posé delante del capot del auto y con sus manos lo golpeó y me envió una mirada desafiante. Poco a poco el gesto de su rostro se iba tornando menos agresivo. Tiró su cabeza hacia abajo, se echó hacia atrás y lentamente se acercó a mi y en tono muy suave me dijo:





- Discúlpame, no he tenido una buena noche, lo siento – realmente se veía sentida.
- Mirá, tu tienes tus problemas y yo no tengo que cargar con ellos. Yo solo te ofrezco el servicio de trasladarte de un lugar a otro. Mirá cómo me has dejado el auto.
- No te preocupes que yo te lo voy a pagar. Escúchame, llámame por la mañana, nos vamos a un hotel y luego vemos lo de tus asientos, ¿vale?
- ¿Cómo se que este es tu número verdadero?
- Ahí tienes los teléfonos de mi laburo.
- Ok, dale, te llamo mañana Malena.


Se acercó y me dio un suave beso en los labios, ¡que labios!




“El tizne que ha quedado en tus labios mamita
hacen de este mundo, un mundo lleno de cenizas.
Que no ves, que te has quedado solita,
solita estás bailando, solita, solita.
¿A dónde vas? ¿Dónde estás?
¿Sigues bailando en las cenizas,
recuerdos de una vida antigua,
de los que andabas distraída
¿No ves? ¿No ves?”


Poeta maldito de las noches.




El teléfono timbraba hasta que contestó.



- ¿Malena?
- Si, ¿quién sos?
- Edilberto
- ¿Edilberto?
- Si, Edilberto
- No te recuerdo, ¿de donde nos conocemos?
- Bueno, te llamo por tres cosas: la primera, que estás del pedo, buenísima.
- ¿Sos un demente?
- La segunda, es que me pediste que hoy te llevara a un hotel y quería coordinar a que hora pasaba por ti.
- ¡¿Ah?!
- Y la tercera: me debes dinero.
- Uy, ¿vos sos el taxista de anoche? – se le escuchaba con una voz avergonzada – lo siento, lo siento, no sabes como lo siento, no recuerdo mucho de anoche, pero creo que te comportaste como un caballero, no sé donde ocultar mi cabeza, lo lamento, estaba muy, muy ebria, ¿qué te dije?, ¿qué iríamos a un telo?, me quiero morir, lo siento, no sé que me pasa, es que anoche mi novio cortó conmigo, estoy muy avergonzaba y ni te imaginás como…






Tirá la goma boludo.














Ahí te ves…

lunes, 6 de abril de 2009

¿Han escuchado algo sobre el Cabo?


Llegué a Montevideo en Cacciola, un buque que atraviesa el río desde Buenos Aires. Mi primer día en Montevideo se basó en conocer la ciudad. Hoy estoy confundido con respecto a ella, pero creo en los conocimientos adquiridos en el Pony Pisador, aquella vieja taberna que describe Tolkien, que hoy se ha convertido en un boliche en donde se baila rock n´roll del bueno. 

Luego de levantarme con dificultades y llevar al estómago algo de alimento a la prepo, salí hacia la terminal de buses. Buscando pasaje para Cabo Polonio, solo una línea lleva, y ni siquiera me dejó en Cabo Polonio

 

Era noche de tormenta, el terramozo me dijo: esto es Polonio. Miré por la ventana, y no veía nada, ni siquiera las lucecitas de la llama de las velas que veía en los pueblitos en los cuales bajaba gente. Desde hace rato llovía fuertemente, como no llueve en Lima, pero si en Buenos Aires, en Sao Paulo y por lo visto también en Uruguay. Te bajás o seguís.

 

Bajé en medio de la nada, suponía que me encontraba en la carretera, pero realmente no sabía donde estaba. La lluvia caía, me mojaba y los rayos que se estrellaban con el cielo, por ocasiones emitían una luz tenue. Inmóvil unos segundos y pensando que podría hacer, decidí emprender camino. !Nunca había visto una tormenta tan atroz en mi vida!

 

Chack chack sonaba mientras avanzaba, eran mis pies en charcos de agua, chack chack y de pronto mi pierna derecha se hundió profundamente hasta mi rodilla, perdí momentáneamente mi sandalia en el fondo de ese charco, la cual encontré finalmente tras una búsqueda insistente. No quería quedarme descalzo en medio de la nada.

 

Solo, mi mochila y yo.

 

Poco a poco desarrollé un método de ubicación. Esperaba que un rayo iluminara para poder ver un camino. De a pocos fui avanzando y adentrándome en lo que creía yo era el camino hacia el Cabo. No sabía donde mierda estaba. Mientras utilizaba este método, a lo lejos vi una lucecita, estaba lost total. L O S T. Vi la luz y traté de caminar hacia ella, pero no veía el camino, así que tuve que esperar otro rayo para que iluminara algo y memorizar el camino. Bad, bad; hasta que llegué.

 

Un gordo sin polo bajo la lluvia, un cerdo enorme. Le pregunté si sabía como llegar a Cabo Polonio, me dijo: ¿ves esa luz al fondo? Yo no veía nada. Es muy tenue, casi no se ve. Yo no veía nada. Al parecer no tenía muchos ánimos de explicar donde estaba la bendita luz, así q decidí caminar en la dirección que me dijo. Luego comprendí que él tampoco veía la luz, simplemente se lo sabía de memoria.

 

Esperé un rayo para poder ver el camino y así fui avanzando hasta que llegué a una cabañita desde la cual pude ver una luz muy tenue, a unos 300 metros, una luz absurda, casi inexistente. No había nada cuando llegué a ella, era una linternita apoyada en una mesa en el interior de una especie de recepción minúscula. Volteé a mirar a mi alrededor cuando de pronto escucho una voz ronca que me dice: ¿Vas hacia el Cabo? Volteo y no había nadie, de pronto, de debajo de la mesa en donde estaba apoyada la linterna aparece un tío virolo, un tío de susto. Estaba aterrado  Llovía, no paraba de llover y los rayos y truenos eran cada vez más intensos. Yo no lo había visto, me asusté jodidamente, solo vi el foquito de la linterna,  llovía y era de terror, el tío estaba debajo de la mesa y sus ojos estaban virolos. !Era una pesadilla! Pero a pesar de todo, guardé la calma.

 

-       Si, voy para el Cabo.

-       Son 150 pesos – le pagué- hace años que no había una tormenta así. Ahora métete al baño de atrás, cuando haga así (tocó la pared), sales. Aquí no hay donde no te puedas mojar, excepto los baños.

 

Y yo, !nooooooooooooooooooooooo! ¿Qué es esto?

 

Llovía y llovía. Tormenta y tormenta

 

Voy para atrás y encuentro una pareja metidos en un baño. Todos apestaban a mierda, jamás me metí a uno, me mojé, me llegó, a la mierda. Hacía un frío infernal.

 

A lo lejos se escucho el rugir de un motor abatido por los años de servicio. Habían pasado 40 minutos desde que había pagado mi ticket al Cabo. Por fin vi la luz del camión que en un principio no quería llevarnos. Tras regañadientas, al final accedió.

 

Nos subimos atrás y el conductor no quizo colocar el techo, estábamos empapaditos, ya eran casi las 10 de la noche. El camino no se veía nada, simplemente avanzábamos y nadie sabía hacia donde, solo el conductor.

 

Viajamos alrededor de 50 minutos en un camino de trocha, acompañados de la tormenta, lluvia y yo no había llevado nada de abrigo, solo tenía mi filmadora a la mano y mi mochila sobre el hombro. Saltábamos como en el tagadá.

 

De pronto sucedió algo increíble al mismo tiempo que aterrador. Mientras observaba hacia adelante para tartar de averiguar que era lo que nos rodeba, vi una ola de mar que rompía en la parte frontal del camión. Entramos al mar con el camión!!!! Entramos al mar!!!!!!!!!! No podía creerlo. Nos metimos al mar. Allí fue donde se apagó la maldita cámara.

 

Seguimos por la orilla, por momentos, el camion se metía al mar, por momentos a la arena. Se accede a Cabo entrando al mar, recontra copado, alucinante, bravaso.

 

A lo lejos vimos una luz que distinguimos era la de un faro, pero el camión parecía alejarse de él; cuando de pronto todo oscureció nuevamente, oscuridad total. El chofer se detiene, baja del camión y nos dice que hasta allí no más llegaba, no le estaba permitido avanzar más. Miramos hacia todos lados y no había nada, solo oscuridad.

 

La ultima luz que vi, fue la del camion alejándose hasta q se desapareció por completo. Lejos, lejos. Far, far away. Nos quedamos los tres ahí, sin saber que hacer ni a donde ir.

 

Silencio.

 

12 segundos de oscuridad

 

De pronto fue todo increíble, lo más espectacular que me ha pasado en la vida. Un súper estruendo. Un gran sonido destellando en el cielo por todos lados. Nadie podia escapar de ello. Era la luz más hermosa que he visto en mi vida, de forma muy extraña pero atrayente, conmovedora e hipnotizante; el rayo más impresionante, la luz más gigante, el grito de Dios que iluminó y lo pude ver todo. En cuestión de microsegundos, vi el pueblito más hermoso que había visto en mi vida. Sentí una energía enorme. Solo vi un destello pero ya lo había visto todo. Estaba convencido de que el lugar ya era increíble. Me emocioné. Grite, grite y grité. La pareja estaba confundida, supongo que me creyeron un orate porque no dejaba de mencionar lo espectacular que era este sitio.

 

Instantes después de que desapareciera el grito de Dios, a lo lejos distinguí una pequeña luz (¿otra vez?). Caminamos hacia ella, al menos yo creía que aún me seguían, realmente no sé si lo hacían. No me importaba porque había llegado al lugar más increíble del mundo. Yo ya estaba lleno de confianza.

 

Fue todo muy mágico.

 

La luz me llevó a una bodega, no hay energía eléctrica. Yo me reía como loco. Porque sabía y sentía la energía.

 

-       Hey, ¿conoces el hostal Del Cabo?

-       Si, es el que está al frente del mío. Como no queriéndome decir donde quedaba.

-       Y bueno, ¿donde queda?

-       Camina hasta el tanque de agua, el que está hacia la orilla.

-       Gracias.

 

Si, claro, de todas maneras llegaría.

 

Saliendo de la bodega me tope con dos chicas que improvisaban una lámpara con una botella de plástico y velas.

 

-       Hey, ¿para donde van?

-       A buscar un lugar donde acampar. O K...

-       ¿Vamos por ahí?

-       Si, vale.

 

Caminamos hacia otra luz lejana. Al llegar a ella nos dimos cuenta que era otra bodega en la que se encontraban cuatro tipos; entre ellos, el que atendía, y tres más desaliñados y con claros síntomas de alcohol y drogadicción. Acompañándoles, había una chica con un vaso de vino en la mano.

 

-       Hey, ¿conocen el hostal Del Cabo?

-       ¿Tú eres Jean Paul?

-       Este… si.

-       !Te hemos estado esperando! Todo el pueblo te está esperando. Nos dijeron que alguien llamado Jean Paul llegaría hoy por la noche.

 

Entró una chica a la bodega.

 

-       Mariana, él es Jean Paul.

-       Hola, yo soy Mariana, la administradora del hostal. Ven, vamos que te llevo.

 

Mientras caminábamos en la oscuridad y con una linterna de guía, Mariana me pregunta:

 

- ¿Ellos dos vienen contigo?

 

 

Y eso era solo el inicio.

 

 

 










Ahí te ves…