Y eso soy, y también mucho más, pero por sobre todo, el hidalgo de las amantes distraídas.
“Voy por ahí con rebasante simpatía
hidalgo de amantes distraídas,
cruzando la esquina te tropiezas mamacita
sonríe, se levanta y ella sigue divertida.
Vente a estos lares cuales flores dinamita
que no, no, no te voy a emborrachar,
se contó que se encontró con ella misma
y blanco y negro se tatuó en su piel las marcas de una vida antigua”.
Poeta maldito de las noches.
“Si la luna la trae a usted,
a este cálido amanecer…”
- ¿Hacia dónde se dirige señorita?
- Hoy no importa donde, solo sé que a mi casa no.
- Disculpe, pero ¿dónde quiere ir?
- Esta noche mi novio rompió conmigo y lo único que quiero es seguir emborrachándome. ¿No le gustaría tomarse una copa conmigo? Vamos, dale, yo invito.
- Disculpe, pero estoy laburando – desde atrás la chica apoya cada mano en cada uno de los asientos, y por el medio de ellos, se impulsa hacia delante.
- Venga, que usted está muy guapo, seguramente no es la primera vez que le ofrecen una cosa así.
- Ni la primera, ni la última, se lo aseguro.
- Pero esta vez, si va a aceptar, ¿no? – lleva sus manos hacia sus pechos y los presiona una contra el otro, mientras miro por el espejo retrovisor, pienso que realmente tiene un par tetas increíbles – Aguarde, quiero pasarme hacia delante, así podremos estar más cerquita.
Baja por la puerta lateral izquierda, mientras avanza, me frota el brazo con sus dulces manos, el brazo izquierdo lo tenía apoyado en la puerta con la ventana totalmente abajo. Mientras continúa su contoneo, sutil y lento, veo el vestido que tiene puesto. Sabía lo que hacía, sabía lo que tenía. Ella estaba en su escenario, las luces de los faros la iluminaban totalmente mientras caminaba lentamente, dejándome ver su belleza y lo que podía perderme si decía que no. Era muy coqueta, yo me empezaba a excitar y a llevar imágenes a mi cabeza sobre todo lo que le haría. Me despertó el escuchar el golpazo de la puerta.
- Bueno, entonces, si no quieres beber nada, llévame a tu casa – seguimos avanzando.
- No creo que eso sea posible señorita…
- Malena – interrumpió – me llamo Malena. ¿Es que acaso que no te gusto? Sabes, la verdad es que odio a mi novio, tú estás muy guapo y quiero hacerle daño y sé que tirando con usted me voy a sentir mucho mejor. ¿Sabe hacerlo, no?
- Esta usted muy guapa señorita…
- Malena
- …Malena, y déjeme decirle que le haría la mejor de todas mis faenas, pero considero que esta un poquito pasada de copas y no es mi costumbre aprovecharme de la situación.
- No sientas que te aprovechás, te estoy pidiendo que lo hagas.
- Disculpe señorita, pero no puedo – inmediatamente llevó su dulce mano hacia mi pierna derecha y la apretujaba y sobaba lentamente. Sobre mi bragueta se iba formando una gran hinchazón – vamos dale, que la vamos a pasar muy bien, te lo aseguro – se acercó lentamente hacia mí, y casi como un susurro me dijo al oído – sé que te puedo dar una muy buena mamada.
- ¿Puedo fumar?
- Puedes hacer lo que quieras.
Sutilmente y casi sin darme cuenta, se alzó ligeramente la falda hasta que pueda ver sus ricos muslos. Abrió lentamente sus piernas hasta el punto en que cada cambio que hacía le rozaba. Era una piel suave y al parecer muy dulce. Sensible y hermosa. Clara y atractiva.
- Seño… Malena, disculpe, pero cada vez que intento hacer el cambio, me topo con su muslo – se hizo la desentendida y fumaba sin mirarme, sus ojos estaban perdidos en la calle.
- No te preocupes, que no me molesta, simplemente avísame cuando llegues a la tercera.
- ¿A la tercera? ¿Al tercer cambio, dirá?
- No, a la tercera pierna – lo dijo sin prestarme atención, seguía ensimismada en la calle.
- Vamos a un hotel.
- Señorita, pero…
- ¡Por la muta madre, Malena! Llévame a un hotel.
- Malena, no puedo.
- ¿Qué, acaso eres cabro?
- No, me gustan mucho las mujeres y me gustas mucho tu, pero está ebria. ¿Que tal si hacemos esto?: La llevo a su casa, descansa y mañana la llamo, paso a buscarla y nos vamos a un hotel. ¿Qué dice?
- Llévame a casa.
Mientras me decía donde quedaba su hogar, yo pensaba en que si realmente estaba haciendo lo correcto. Yo creía que si, y seguramente lo era, pero los hombres somos animales de fácil tentación. No podía dejar de mirarla y seguir excitado, la mina realmente estaba buenísima. Aparentaba tener entre 28 a 30 años, en el esplendor de su juventud, en donde seguramente ya tiene bastante experiencia y estoy seguro que su mamada sería apoteósica. Me quede pensando en ello.
- Acá es. Un segundo, dejé mi cartera atrás – bajó del auto y se sentó atrás, mientras parecía buscar.
Yo trataba de adivinar en que piso viviría y en la forma que tendría su cama y en como le besaría las tetas mientras las sostenía con mis dos manos, ella llevaría las suyas hacia mi miembro erecto, caliente. Con una de ellas me agarraría el tronco y lo agitaría, con la otra, acariciaría suavemente mis testículos. Poco a poco la iría desnudando mientras ella seguía acariciándome. Giraría lentamente para yo encontrarme detrás de ella mientras ella arqueaba el cuerpo y llevaba mis manos hacia su sexo mientras yo le besaba el cuello, la espalda y lo que pudiera. Escucharía el acelerar de su respiración. Mientras metía mis dedos por debajo de su trusa sentiría lo mojada que estaba y ella con sus dos manos regresaría hacia mi miembro, acariciándolo y golpeándolo suavemente contra sus nalgas, duras y firmes y al oído me diría: penétrame, quiero que me penetres…
- Oye, no encuentro mi cartera, puedes ayudarme a buscarla.
- Claro – volteé
Estaba sin las bombachas, con las piernas abiertas y la falda subida más arriba de sus muslos, con la mano derecha acariciaba su sexo, la mano izquierda jugaba entre sus pechos y sus labios. Lentamente se bajo el vestido y pude ver su dos grandes pechos, con el pezón duro. Se tocaba y yo miraba su sexo. Ella abría y cerraba sus labios con destreza y por momentos se llevaba un dedo dentro. Tómame me decía, tómame. Estaba bellísima. Tómame, quiero que me lo hagas. Se echó hacia delante y con sus dos manos llevó mi cabeza entre sus piernas. Olía riquísimo. Mi nariz golpeó contra su sexo y ella emitió un sonido gozoso. Que rico olía su sexo.
Me levanté bruscamente.
- No puedo Malena, no puedo, lo siento, no puedo – volteé, agarré el timón con mis dos manos, con fuerza y agaché la cabeza – si gustas te llamo mañana y nos vamos a un hotel – escuchaba el sonido de cuando las mujeres buscan sus cosas dentro de la cartera.
- Toma, este es mi número. Llámame mañana – recibí su tarjeta. Malena Fabiana Piazos Stigler. Subgerente de mercadeo y producto. Citibank, Buenos Aires, Argentina. Detrás de la tarjeta, el teléfono de su casa.
- Llámame a mi casa – seguía buscando – joder, que no encuentro mi billetera, creo que la he perdido - salía 145 pesos – no tengo dinero, no sé donde está mi cartera.
- Buscá bien, por ahí debe de estar.
- Pero te digo que no la encuentro, no tengo ni un peso.
- ¡De esto se trataba todo el tiempo, no tenías como pagarme y armaste todo este show!
- ¡¿De qué hablas?! Yo tenía mi billetera acá, ahora no está – empezamos a discutir y alzarnos la voz.
- ¡Desde un principio me hubieses dicho que no tenías con que pagar y no te comportabas como una puta!
- ¡Una puta, ¿eso es lo que crees que soy? Te estoy dando la oportunidad de tu vida y me dices que soy una puta!
- ¡Entonces págame pues, págame, o es que querías pagarme con sexo!
- ¡Carajo, boludo de mierda – cada vez gritaba más fuerte – que he perdido mi billetera, pelotudo, no me bajo de tu taxi, no me bajo!
- ¡No te vas bajar hasta que me pagues! - empezó a tirar patadas por todos lados y veías como sus tacones le hacían agujeros a mis asientos – ¡Bájate, maldita, bájate!
- ¡Que no me bajo he dicho, que no me bajo! – la agarré fuertemente de los brazos y la tiré hacia fuera. Cerré la puerta.
Eufórica se posé delante del capot del auto y con sus manos lo golpeó y me envió una mirada desafiante. Poco a poco el gesto de su rostro se iba tornando menos agresivo. Tiró su cabeza hacia abajo, se echó hacia atrás y lentamente se acercó a mi y en tono muy suave me dijo:
- Discúlpame, no he tenido una buena noche, lo siento – realmente se veía sentida.
- Mirá, tu tienes tus problemas y yo no tengo que cargar con ellos. Yo solo te ofrezco el servicio de trasladarte de un lugar a otro. Mirá cómo me has dejado el auto.
- No te preocupes que yo te lo voy a pagar. Escúchame, llámame por la mañana, nos vamos a un hotel y luego vemos lo de tus asientos, ¿vale?
- ¿Cómo se que este es tu número verdadero?
- Ahí tienes los teléfonos de mi laburo.
- Ok, dale, te llamo mañana Malena.
Se acercó y me dio un suave beso en los labios, ¡que labios!
“El tizne que ha quedado en tus labios mamita
hacen de este mundo, un mundo lleno de cenizas.
Que no ves, que te has quedado solita,
solita estás bailando, solita, solita.
¿A dónde vas? ¿Dónde estás?
¿Sigues bailando en las cenizas,
recuerdos de una vida antigua,
de los que andabas distraída
¿No ves? ¿No ves?”
Poeta maldito de las noches.
El teléfono timbraba hasta que contestó.
- ¿Malena?
- Si, ¿quién sos?
- Edilberto
- ¿Edilberto?
- Si, Edilberto
- No te recuerdo, ¿de donde nos conocemos?
- Bueno, te llamo por tres cosas: la primera, que estás del pedo, buenísima.
- ¿Sos un demente?
- La segunda, es que me pediste que hoy te llevara a un hotel y quería coordinar a que hora pasaba por ti.
- ¡¿Ah?!
- Y la tercera: me debes dinero.
- Uy, ¿vos sos el taxista de anoche? – se le escuchaba con una voz avergonzada – lo siento, lo siento, no sabes como lo siento, no recuerdo mucho de anoche, pero creo que te comportaste como un caballero, no sé donde ocultar mi cabeza, lo lamento, estaba muy, muy ebria, ¿qué te dije?, ¿qué iríamos a un telo?, me quiero morir, lo siento, no sé que me pasa, es que anoche mi novio cortó conmigo, estoy muy avergonzaba y ni te imaginás como…
Tirá la goma boludo.
Ahí te ves…