lunes, 2 de febrero de 2009

The Greek Show


Cuando Joan llegó de Grecia, quise preguntarle cómo lo había hecho. Un par de semanas antes llamó a mi casa anunciando su llegada, lo cual me alegró mucho, es más, tanto así, que lo convencí de que se quedara en casa.

Joan se fue a Grecia de un momento a otro. Su padre, tan moralista, resultó ser un juez corrupto y no le quedó otra que fugarse con su familia fuera del país. Grecia, ¿quién no quiere fugar a Grecia?

Esa noche, Joan me dijo que asistiríamos a una reunión en casa de una chica que había conocido en Atenas, “esa reúna promete”, recuerdo que dijo. Llegamos con una botella de vodka y otra de whisky, era clara nuestra intención, embriagarlas.

Cuando dimos con la casa, Joan no dejaba de comentar sobre el diferente pensamiento de las europeas con las latinas, decía que estas chicas eran de otro nivel, que no debía de “quedarme”, dármelas del “más canchero” y que no temiese a proponer lo que fuera. Por un lado pensé que Joan me llevaba solo por eso, porque sabía que yo era capaz de todo, y seguramente yo estaba convencido de eso.

Cuando abrió la puerta, solo pude reaccionar con mis ojos, era bellísima; grandes ojos grises, cabellera castaña, nariz armonioso con su rostro angelical y una sonrisa arrasadora. Y lo mejor de todo, es que no solo era una, eran cuatro. No podía contener mi emoción por lo cual le susurraba a Joan lo emocionado que estaba, él solo atinó a decirme que esperara, que aún venía lo mejor, como presagiando un gran acontecimiento. Aparte de nosotros, habían dos chicos más.

El alcohol, las conversas, las risas y los devaneos, hacían de este, un momento mágico. Sin darme cuenta, cada uno de nosotros se encontraba ya besando a una de ellas, ¡mierda! realmente eran bellísimas. Yo estaba excitado y cuando de reojo, miré a Joan que desnudaba a su chica delante de todos y que todos los seguían, supe a que se refería cuando me dijo que aún venía lo mejor.

Ya todos nos encontrábamos desnudos sobre aquella alfombra, seguramente traída del Medio Oriente mientras yo estaba disfrutando al máximo el momento, me encontraba en el paraíso. Me disponía a embestir a mi bella dama desde atrás y por alguna razón levanté la mirada. Estaban arrodillados con sus manos en las nalgas del otro y besándose como dos apasionados enamorados, luego sus manos iban en todas direcciones entre sus cuerpos desnudos y cochinos. Mi erección se fue al carajo. Mi bella dama trataba de revertir la situación con una buena mamada. Yo seguía anonadado con la imagen. Trataba de conseguir la atención de Joan, pero fue inútil hasta que, desde el fondo de mi garganta salió un grito: “!Carajo, acaso quieres salir culeado!”, solo así reaccionó, alzó los ojos y vio lo mismo que yo, nos paramos, nos vestimos y nos botaron.

Amé y odié a Joan por tan splash movie. Una película que no olvidaré, que realmente, nunca olvidaré.




Ahí te ves…

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